Bufandas

Se acuerda de la noche: fría y ventosa. Conducía cerca del pueblo y de repente una muchacha joven al lado del camino. La chica hacía autostop, y aunque no tenía por costumbre llevar a nadie, como estaba cerca del pueblo y parecía en un apuro, decidió subirla hasta el pueblo. Iniciaron una charla amena y descubrieron al instante una sintonía inmediata. Pasaron buena parte de la noche juntos y al terminar la velada el hombre la llevó a la casa donde ella indicó que vivía. Al día siguiente, descubrió que la joven había olvidado su bufanda en el coche. Se dirigió hacia allí y llamó a la puerta de la casa que la joven había señalado. Una pareja mayor abrió la puerta, y cuando el hombre intentó explicar el motivo de su visita, preguntando por la chica, el matrimonio reaccionó violentamente. ¿Cómo se atrevía un desconocido a burlarse de la desgracia ajena? ¿Cómo podía hacerles afrontar el dolor de la pérdida?. Él, que no entendía nada, intentó explicarse mejor y les mostró como prueba de su historia la bufanda. La pareja quedó helada, resolvió entonces hacerlo entrar a la casa y lo condujo a un cuarto. Allí, sobre una mesa, estaba el retrato de la chica con la que pasó la noche anterior, abrigada por la misma bufanda que el hombre aferraba en sus manos. Sus padres le explicaron que la chica había muerto hacía años.

Son leyendas y mitos urbanos y solo ofrecen un ingenuo entretenimiento, pero como dijo Chesterton: «Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.», algo que, nos permita borrar de vez en cuando el límite difuso de la realidad en la que, algunas veces, nos ahogamos.

 

A mi burro, a mi burro le duele la garganta
el médico le manda una bufanda blanca,
una bufanda blanca,
una gorrita negra,
mi burro enfermo está.
[A mi burro] – Popular